Mis libros

Libros disponibles

 Como autora también tengo libros publicados. Me gustaría presentaros los que tengo disponibles. Los gastos de envio son responsabilidad del...

miércoles, 28 de diciembre de 2022

La puerta del destino

 Llevo siendo manipulado toda mi vida, incapaz de decidir por mí mismo. El ser humano ansía la libertad más que ninguna otra cosa en el mundo, como si fuese un aliento vital. Imagina por un momento lo que eso significa, saber que necesitas ser libre tanto como respirar, pero alguien decide dejarte sin aire. Así me sentía yo cada día de mi vida, atrapado y sometido por la voluntad de otros.

Quizá sea culpa mía por ser diferente, por haberlo sido desde que era niño. Nunca me han permitido elegir por mí mismo. Cuando cierro los ojos todavía oigo la voz de mi madre gritándome por cortarme el pelo, por dejármelo demasiado largo, por cambiar mis gafas por lentillas, por la ropa que elegía vestir... no importaba cómo sucediese, si elegía algo por mí mismo, lo que fuese, era un motivo de enorme discusión.

Todavía recuerdo la mayor discusión que tuve en mi casa. Fue el día del funeral de mi abuelo, al que quería incluso más que a mi padre porque fue él quien más me cuidó desde niño, quien se preocupó de que fuese feliz. Lo creas o no discutí con mi madre por unos gemelos. Ni siquiera eran caros, solo eran dos adornos de plata que mi abuelo me había regalado cuando le dije que quería hacer el servicio militar. Ella no sabía que los tenía, y decidí ponérmelos en el funeral de mi abuelo, y lo creas o no, en mitad del velorio, con toda la familia presente y a voz en grito, mi madre empezó a llamarme ladrón, alegando que había robado esos gemelos.

Intenté explicarle que él me los había regalado, pero no quiso entrar en razón. Finalmente y por milagro mi abuela, que siempre se había mantenido al margen de todo, salió en mi defensa. Mi madre me dejó en paz, no sin antes dedicarme una mirada de odio. Quizá sea por toda la tensión, pero ahora el más mínimo atisbo de una voz demasiado alta, hace que todos mis nervios se pongan en alerta.

Pero esta mañana ya fue demasiado. No por el motivo en sí mismo, eso es tan pequeño que parece ridículo, pero fue la gota que acabó por colmar mi paciencia. Es mi cumpleaños, y puede que sea algo infantil, pero a nadie le gusta sentirse despreciado en su cumpleaños. Mis padres nunca me han dado regalos, de eso se encargaba mi abuelo, pero es el único día en que puedo ser totalmente libre. Desde pequeño he adorado la música, es tan pura y perfecta... así que cada año me compro una entrada para un concierto de cualquier tipo de música, conozca o no al grupo, incluso si tengo que viajar al otro lado del país. Me gusta disfrutar de un concierto al aire libre en mi cumpleaños, es mi pequeño paraíso.

Salvo que este año es imposible. Estaba desayunando cereales con leche, igual que cada mañana, y no me esperaba que nadie me felicitase, pero tampoco lo que ocurrió. Mi hermana es fan de un grupo británico llamado Muse, y conseguí una entrada y un pase para el backstage. Cometí el error de dejarlos dentro de un libro que metí en un cajón, y mi hermana "accidentalmente" lo encontró.

-¿Qué es esto Gabriel?

-Una entrada.

-Me lo vas a dar.

-Ni de coña -agarré la entrada de sus manos-. Te dije hace meses que iban a dar un concierto, haberte comprado tu propia entrada.

Y todo habría terminado ahí de no ser porque mi madre entró a la cocina al oírnos y se puso de lado de la mimada que tengo por hermana mayor. 

-Dale la entrada.

-No, es mía, yo me la he comprado con mi dinero, el que gano trabajando de camarero, así que no.

-¡Dale la entrada a Isabel o te quedas sin concierto!

Y entonces, harto de todo, ante la mirada de pasmo de mi madre y mi hermana al borde de una rabieta infantil, rompí la entrada a la mitad.

-Si yo no voy, tampoco ella. 

Y mi madre decidió que era una buena idea tirar mi desayuno al fregadero, alegando que había echo una estupidez y que me merecía ese trato. No dije ni media palabra, me levanté de la silla, fui a mi cuarto y empecé a hacer las maletas. Estaba a punto de salir por la puerta cuando mi padre me dijo desde el salón y con una cerveza en la mano "volverás llorando". Y sin decir ni media palabra salí de casa dando un portazo. Escuché un último grito de mi madre, que ni siquiera alcancé a entender, y marqué el número de mi novia.

-¿Gabriel?

-Hola Ana, ¿puedo quedarme en tu casa esta noche?

-Claro, ya sabes que mis padres te adoran y llevan meses queriendo que te mudes y dejes a esos sociópatas, sin ofender.

Y caminé hasta el portal de mi novia, que me esperaba con una sonrisa junto a Clara y Marcos, sus padres, que me abrazaron nada más verme. No todas las familias son buenas, algunas son extremadamente tóxicas, pero con mis suegros me había tocado la lotería.

-Bienvenido a casa -dijo Marcos con una sonrisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario