Sarah Gibbson era, casi con seguridad, la persona más normal del mundo. Animadora, como lo había sido su madre, fan de la saga Crepúsculo, pero solo las películas, que solo escuchaba música actual y con un marcado desprecio por Ericca Smith, igual que todos en el instituto.
Sarah estaba saliendo con Dylan Smith, su hermano, pero jamás se veían en su casa, partían siempre desde la acera que lindaba con la residencia Gibbson y desde allí iban a cualquier parte del pueblo. Nunca hablaban de la hermana de Dylan, ¿y por qué iban a hacerlo? Tenían cosas más importantes de las que hablar.
-Mis padres quieren conocerte.
Esas cuatro palabras lo cambiaron absolutamente todo. No era que no quisiese conocer oficialmente a sus vecinos, con los que había convivido desde que tenía memoria, sino que, pasar tres horas en casa de los Smith significaba tener que ver a Ericca fuera de los pasillos del instituto, y esa posibilidad iba en contra de todos sus instintos.
-¿No es un poco pronto?
-Yo diría que, después de cuatro años saliendo, no.
Se le acabaron las ideas en ese momento, y sabía que no podía negarse porque preguntaría por qué y todo el mundo sabía que Ericca era el ojito derecho de Dylan, lo habían expulsado cuatro veces en lo que iba de año por defenderla, y solo estaban en febrero. Asintió, en contra de todo lo que le decía su naturaleza.
...
La comida fue la cosa más normal del mundo, salvo por un detalle: Ericca no estaba allí. Parecía que los Smith querían congraciarse con Sarah, porque no hablaron de ella ni hicieron ademán de llamarla o ir a buscarla a dónde quiera que se hubiese escondido.
Sus padres eran todo lo que Sarah esperaba de sus suegros. Emily era amable y cariñosa, con una sonrisa dulce y ojos bondadosos. Carl era sencillo, con aspiraciones realistas como terminar de arreglar un viejo Volvo junto a Dylan, el cual se convertiría en su primer coche, como era tradición en su familia. Todo habría salido bien de no ser porque ella misma, preocupada por la extraña pasividad que parecían demostrar hacia la ausencia de Ericca, preguntó por ella.
-¿Es que no se lo has contado? -inquirió Emily.
Dylan se quedó sin palabras un momento, preguntándose cómo podría responder de modo que su madre no se sintiese ofendida, lo cual era muy complicado.
-No le di importancia, había olvidado que ya han pasado dos años -esa respuesta extrañó aún más a Sarah-. Mi hermana es fan del World of Warcraft, y más o menos cada dos años salen las expansiones, así que una vez cada dos años se encierra en su habitación un par de días. No saldría ni aunque viniese el presidente.
¿Eso era todo? ¿Fan de un juego que abarcaba la mayor población de frikis de todo el mundo? Eso explicaba por qué siempre estaba murmurando para sí misma y por qué parecía medio ida la mayor parte del tiempo.
Por primera vez en toda la cena, Carl miró a su hijo intentando decirle algo, pero sin decir ni una sola palabra. Entonces Dylan se levantó, tomó de la mano a Sarah y empezó a subir las escaleras.
-Supongo que no le molestará que la interrumpamos un par de minutos.
...
La habitación de Ericca estaba en perfecto caos. Había ropa tirada por cada esquina, libros abiertos encima de la cama, botellas de refresco vacías al lado del ordenador, junto a cientos de bolsitas de ositos de gominola y galletas... y en el centro del caos, Ericca estaba con la cabeza mirando fijamente al ordenador y unos enormes cascos con micrófono.
-No, por ahí no, mira el puñetero mapa... Sí Kaiser, ya sé que aparece sombreado, pero sería tan sencillo como evitar separarte del guía -suspiró pesadamente-. Sí, lo que tu digas, te esperamos -se estiró en la silla y, de pronto, fue como si algo la cabrease-. AFK -y se sacó los cascos.
-Hola hermanita.
-Lelo y... la tía más normal del planeta.
Y por un momento fue como si la estuviese insultando. Esa palabra, que parecía algo simple para todo el mundo, algo que no ofendería a nadie, que ni siquiera era un insulto... la forma en la que lo decía era como si el hecho de que fuese normal fuese también algo deplorable.
-Bicho raro...
Dylan miró a Sarah con una ceja levantada, estuvo a punto de gritarle por primera vez en toda su vida, a fin de cuentas su hermanita era lo más importante que tenía, pero Ericca empezó a reírse, no como si estuviese fingiendo, se reía de verdad.
-Muchas gracias -respondió ella-. La verdad es que prefiero ser rara a ser tan normal, banal y aburrida como tú. La gente normal es como todo el mundo, se olvida con el tiempo, la gente rara puede caerte bien o mal, pero nunca podrías olvidarla. Ahora si no te importa -se puso los cascos-. Vale chicos, a por el boss.
Sí, acababa de insultarla, y de un modo tan elegante que ni siquiera parecía un insulto. Salieron de la caótica habitación de Ericca, ella fue a bajar las escaleras, pero Dylan la retuvo un momento.
-No se lo tengas en cuenta -suspiró-. Cuando tenía 6 años empezó a no encajar en ninguna parte. No tenía amigos ni le importaba, olvidaba cosas como cuando comer o cuando dormir, le interesaba más leer o jugar al Loom, al Super Mario o al Dragon Quest que interactuar con los demás o preocuparse de sí misma. Hace un par de años empezó a escribir cuentos para niños y a jugar al WoW. Puede que te parezca rara, pero eso ni siquiera le importa, de hecho para ella sería mucho peor ser como todos los demás.
Por una vez empezaba a preocuparse por Ericca, y eso era algo muy raro. La escuchaba al otro lado hablar de cosas que no tenían sentido para ella, como dragones o algo llamado "la cicatriz muerta", pero por primera vez eso no parecía algo bueno.
-¿Y qué le pasa?
-Te lo explicaré de camino al cine.
...
Sarah miró por la ventana desde su habitación de color rosa en perfecto orden. La luz de la habitación de Ericca seguía encendida, pero por primera vez no la miraba con odio. Dylan le había contado que su hermana se centraba en una o dos cosas y olvidaba el resto, y lo hacía hasta tal punto que se había convertido en una experta en videojuegos y en una gran escritora de cuentos -había buscado algunos por internet y eran muy buenos-, pero también olvidaba todo lo demás, desde cosas tan importantes como cuando comer o cuando dormir, hasta citas y horarios.
Se suponía que sus padres mantenían ese lado suyo tan descontrolado, sometido a un estricto horario, pero cada vez que salía la nueva expansión, se metía de lleno en ella, solo podía pensar en jugar, y sus padres acabaron por ceder ya que solo ocurría una vez cada dos años. Sabían que se quedaba jugando hasta tarde, pero también hacía todo cuanto le pedían sin protestar y al momento, por mucho que lo odiase.
...
Los pasillos del instituto estaban llenos de gente que se acumulaba entorno a una sola sección del pasillo, justo donde se encontraba...
-La taquilla de Ericca... -comprendió de pronto.
Empezó a avanzar entre la multitud mientras sus amigas la llamaban a gritos, hasta llegar a donde estaba ella, que miraba impasible a Blake, el quarterback del equipo, quien se mantenía cerca de ella, demasiado cerca para el gusto de Ericca, que parecía estar recurriendo a todo su autocontrol para no echarse a llorar o pegarle una patada donde más le iba a doler, y no sabía qué podría ser más probable.
-¡Blake!
-Hola prima -saludó a Sarah-. ¿Vienes a la fiesta?
-No -agarró de la mano a Ericca-, tengo que hablar con mi cuñada.
Nunca había dejado tan clara la relación que mantenía con ella, y, ante la cara de pasmo de Ericca y de todo el instituto, se la llevó casi arrastras al baño de chicas de la segunda planta y cerró la puerta de golpe.
-Puedo defenderme sola.
-Oye, sé que no te caigo bien, pero eres la hermana de mi novio, así que voy a defenderte cada vez que te vea en problemas.
-Hace una semana me empujabas dentro de mi propia taquilla, ¿qué ha podido cambiar? -entrecerró los ojos-. Dylan te lo ha contado, ¿no es verdad? -no respondió-. ¡Ese maldito bocazas!
-No es para tanto.
-No me gusta que me traten como si fuese de cristal, no lo soy. ¿No te parece que tengo bastante con que mi hermano se haya convertido en mi guardaespaldas? ¿Sabes los problemas que ha tenido por mi culpa?
Sí, lo sabía. Dylan había sido expulsado del instituto varias veces por meterse en peleas, y por eso sus padres veían muy mal que fuese su novia, pero no intentaron detenerla porque creían que se daría cuenta sola del error que había cometido.
-Ericca, yo no hago esto porque intente agobiarte, solo me parece que podrían dejarte en paz, creo que eso es todo lo que tu quieres, ¿me equivoco? -no respondió-. No te voy a decir "ven a comer conmigo y mis amigas" porque no creo que vayas a hacerlo, pero siempre voy a procurar que mi primo y los capullos del equipo de fútbol te dejen en paz, ¿puedes aceptar eso?
Asintió poco convencida, Ericca le tendió la mano y salieron al pasillo sin soltarse. Las animadoras la miraba con cara de pasmo, pero Sarah les dedicó una mirada de avispa y optaron por guardar silencio. Cuando Ericca se marchó, finalmente se acercaron a ella, que seguía mirando la esquina por la que había desaparecido.
-¿Qué demo...?
-Christy, chicas... procurad que vuestros novios o sus estúpidos amigos se mantengan a diez metros de Ericca.
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