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lunes, 23 de enero de 2023

La bruma

 Minutos antes de aquel suceso, Allison Cooper y su novio se encontraban observando las estrellas, tumbados sobre el capó de un viejo Chervrolet Impala del 64 que su padre tenía como una joya. Que ella supiese, ese coche que Matt mantenía como oro en paño y que brillaba como si fuese nuevo, había sido de su tío, al que nunca había conocido.

Estaban disfrutando de una noche cálida de finales de julio, con las estrellas brillando en el cielo oscuro y una hermosa luna llena iluminando la noche como un faro, y entonces ocurrió algo que Allison recordaría para siempre.

Una niebla densa empezó a acercarse, cosa extraña porque ni era época de niebla ni vivían en una isla, sino en el centro del país. Matt se bajó del capó y la invitó a entrar, arrancó el motor y dio media vuelta, decidido a marcharse de allí antes de que la niebla le impidiese ver la carretera y acabasen teniendo un accidente fatal.

Si tenían la esperanza de huir de esa neblina, se equivocaron. Parecía que esa bruma tenía vida propia, se arrastraba y reptaba hacia ellos, persiguiéndolos. Allison hubiese jurado que se trataba de una pesadilla, pero cuanto más aceleraba Matt, más cerca estaba esa bruma.

Pronto cubrió el coche y Matt pisó el freno, pues le era imposible ver la carretera. La bruma rodeó el coche entero, cubrió los asientos, la tapicería, el salpicadero y hasta el motor, y después, como si nunca hubiese estado allí, se marchó. Cuando Allison abrió los ojos lo que vio la dejó sin habla. El asiento del conductor estaba vacío, las llaves seguían puestas y la puerta cerrada, pero Matt no estaba. Como si fuese su única esperanza, se giró hacia el asiento trasero, pero allí no había nadie.

-¿Matt?

Silencio, esa fue toda respuesta. Miró el asiento del conductor con el corazón encogido. Aunque pudiese explicarle a su suegro, Edward Norton, que su hijo había desaparecido sin dejar rastro, ella no sabía conducir coches tan viejos... pero las llaves estaban puestas, el motor seguía en marcha, solo tenía que lidiar con la palanca de cambio. Sacó su móvil para tener, al menos, una pista. Pisar el embrague, cambiar la palanca de lugar y soltarlo. Parecía muy sencillo.

Con un pesado suspiro se cambió de asiento, soltó el freno de mano y aceleró suavemente. El trayecto entre ese punto de la carretera y la casa de su novio era de unos veinte minutos, pero tardó casi una hora en llegar porque no lograba entenderse con el maldito coche. Cada vez que cambiaba de marcha, el motor se calaba y tenía que arrancarlo de nuevo, pero por suerte para ella eso solo ocurrió un par de veces.

Llegó a casa de Edward Norton agotada, con dolor de cabeza y los nervios clavados en sus riñones. Corrió hacia la puerta y llamó al timbre con los nervios a flor de piel, sin dejar de decir el nombre de Edward hasta que, finalmente, el hombre de cuarenta años y cabello corto apareció en la puerta.

-Allison, son las dos de la mañana -abrió los ojos con preocupación-, ¿dónde está Matt?

-No lo sé, apareció una niebla muy densa, Matt intentó volver, pero parecía que nos seguía. Luego nos alcanzó y cuando se fue Matt ya no estaba. Estoy muy asustada señor Norton.

Tal vez fuese por la preocupación, por todo lo que había visto a lo largo de su vida o por las lágrimas de terror que afloraban en los ojos de Allison, pero Edward la creyó. El hombre pasó sus brazos por los hombros de su nuera para intentar tranquilizarla. Se suponía que Matt iba a pedirle matrimonio, lo había estado planeando durante meses, pensaba llevarla hasta aquel campo cubierto de estrellas y entregarle el anillo a media noche, justo en el momento en que Jack Mendel, su mejor amigo, saldría del maletero con una guitarra.

-Jack...

Allison lo miró con preocupación justo antes de que Ed echase a correr hacia el maletero del Impala y abriese la puerta. Allison siguió a su suegro con el corazón encogido. Por un segundo casi esperó que el maletero estuviese vacío, pero dentro Jack estaba pálido, con los ojos abiertos, mirando al infinito sin ver nada. Gritó aterrorizada. Lo que hubiese secuestrado a Matt, no solo se lo llevó, sino que asesinó a su primo Jack.

-¿Qué está pasando?

La niebla empezó a cubrir la calle y Ed corrió a la casa, arrastrando a Allison tras él. Cerró la puerta de golpe, cubrió cada recoveco entre puertas y ventanas, y agradeció no tener chimenea. Entonces fue cuando lo vieron. No era que la niebla los siguiese, sino que alguien los seguía y la niebla lo rodeaba como un manto. En medio de aquel denso humo blanco había una persona, si se le podía llamar así. Era el ser más alto que Allison había visto nunca, tenía una cabeza como un globo, dientes afilados, ojos redondos con las pupilas rojas y un traje negro. Se miraron un segundo, lo supo porque vio cómo sonreía hasta los límites de lo posible.

-Apártate de la ventana.

Eso fue todo lo que escuchó antes de que Ed tirase de ella y el habitante de la niebla siguiese su camino.

...

Durmió toda la noche entre pesadillas y escalofríos, y al amanecer abrió los ojos con la cabeza espesa y un poco mareada. Se acercó a la ventana, el sol brillaba y era un perfecto día de verano, pero no había nadie en la calle, ni niños jugando, ni el repartidor de correo... nadie.

Bajó de la habitación de su desaparecido novio, con la esperanza de encontrar a Ed o a su esposa Anne, pero tampoco los vio. No quería salir de la casa, pero tampoco podía quedarse esperando sin saber si había ocurrido algo mientras ella dormía.

Se puso lo primero que encontró en el armario de su novio y salió a la calle. Estuvo recorriendo la ciudad no solamente ese día, sino las siguientes semanas, pero no encontró a nadie. Lo que hubiese en medio de la niebla, aquel ser de cara blanca y siniestra sonrisa se había llevado a todo el mundo y la había dejado completamente sola.

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