Llevaba varios días viendo a la misma paciente, una mujer de cuarenta años con ojeras muy marcadas, de piel pálida y mirada de aterrorizados ojos azules. Ella creía tener alguna enfermedad mental, como esquizofrenia o algo similar, así que acudió al psiquiátrico a hacerse unos estudios y, seguramente, encerrarse ahí dentro.
Jackson no creía que eso fuese necesario, respondía con normalidad a todas sus preguntas, no le temblaba la voz, no miraba a todas partes como si alguien le estuviese hablando y sus síntomas no se correspondían con el cuadro normal que ella creía tener, ni uno solo de ellos, ni siquiera el que más le preocupaba a Andrea.
Jackson dio media vuelta, pensando en cómo iba a decirle lo que estaba ocurriendo, no podía hablar en voz alta, la criatura tenía unas orejas enormes y deformes y, a juzgar por los movimientos de su cabeza, lo seguía por el sonido. Esa cosa de piernas larguísimas, dedos deformes y sin un solo rastro de piel, esa cosa sin ojos y con dientes enormes... esa cosa aterrorizaba a Andrea, que lo veía por todas partes, persiguiéndola, pegándose a ella, observándola. No le sorprendía que tuviese problemas para dormir, nadie en su sano juicio podría dormir con esa cosa cerca.
-Lo bueno es, señorita Hill, que no está usted enferma. No obstante, para tratar sus problemas de sueño, voy a recomendarle un somnífero suave, estoy seguro de que dormirá mucho mejor.
Andrea suspiró pesadamente. Si ese monstruo no era una alucinación, ¿por qué nadie más parecía verlo? La seguía a todas partes, la observaba, estaba siempre con ella, incluso sentía su presencia mientras estaba sentada en la camilla, sin perder detalle de su presencia. Cuando escuchó al doctor soltando el bolígrafo y le entregó la nota, lo comprendió todo.
"No te asustes, no reacciones, yo también lo veo"
Dobló el papel y, en ese momento, sintió el aire pútrido de su aliento en su cuello. Si esa cosa era real, si no era una alucinación... significaba que quería matarla y que, seguramente, ese médico fuese el siguiente. Saltó de la camilla con una calma antinatural, intentando controlar cada segundo, cada movimiento de su cuerpo, y el ser se levantó tras ella. Medía casi dos metros y no parecía querer abandonarla.
Jackson se llevó la mano al bolsillo, la criatura giró su enorme cabeza hacia él, y entonces, como si fuese un sueño, el doctor saltó de la camilla y le clavó una jeringa entera de morfina en el cuello. Hubo un gañido, el pobre doctor estaba herido mortalmente, pero la criatura estaba dormida.
-Corre.
-¿Y tú?
-¡Corre!
Andrea nunca volvió a ver al monstruo y poco a poco su vida retornó a la normalidad. Los primeros días dormía de 12 a 14 horas, pero, cuando todo el sueño acumulado se disolvió, finalmente pudo volver a salir a correr, comer sin preocuparse e incluso buscarse un trabajo. Lo único que empañaba su felicidad era un artículo colgado en el comedor, donde decía que un psiquiatra se había suicidado con un escalpelo.
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