-Amelia...
Abrió los ojos y se encontró con la mirada de Fred. Eran amigos desde hacía años, era su navegante, le confiaría hasta su vida, tenía que hacerlo si esperaba contar con él en los más difíciles momentos. Fred había estado a su lado en situaciones espinosas, enfrentándose a todo lo que se daba por sentado, siendo su mayor apoyo cuando sentía que todo el mundo estaba en su contra solo por ser mujer. Quizá le quería un poco, quizá lo amaba, y era consciente de que él se había enamorado de ella por sus ansias de libertad y su rebeldía.
-¿Has comprobado los motores Fred? No quiero que haya problemas durante el vuelo.
-Precisamente de eso quería hablarte.
-¿Les pasa algo a los motores? -preguntó con preocupación.
-No se trata de los motores, es el vuelo. Sabes que siempre podrás contar conmigo, pero esto es una locura.
Eso era lo mismo que le habían dicho desde niña, cuando quería imitar a los hermanos Wright, tal vez superarlos. Estaba acostumbrada a que todo el mundo pusiese en entredicho lo que podía o no podía hacer, y también estaba harta. Esperaba que Fred comprendiese su punto de vista.
-¿Lo dices por ser mujer?
-No, lo digo porque pretendes volar alrededor del mundo, por el punto más amplio del globo, en un L-10E. Nadie ha hecho eso nunca.
-Precisamente. ¿Sabes lo difícil que es ser una mujer con visión? Todo el mundo cree que las mujeres existimos para tener hijos y punto, que nuestro cerebro no sabe pensar y que nuestras ideas no merecen ser escuchadas.
-Los dos sabemos que yo no pienso eso, o no sería tu navegante.
-Lo sé, y por eso sé que entiendes lo que pretendo. Fred, circunvalar el Ecuador es algo que nadie ha hecho nunca. Si puedo conseguirlo, demostraré a todo el mundo que las mujeres pueden hacer las mismas cosas que los hombres.
-¿Sabes que te digo? Que hay que ser estúpido para creerse eso -ella levantó una ceja con evidente molestia-. Todo lo que un hombre le da a una mujer, ella lo convierte en algo mejor.
Esbozó una sonrisa sincera. Fred siempre sabía cómo hacerla sonreír, quizá mejor que George. Por un momento deseó volver a aquel trepidante año en el que había aceptado casarse con él. Claro que le quería y él deseaba verla recorrer el globo, pero no la comprendía como Fred.
-Mañana saldremos a recorrer el mundo, así que respira.
...
Había mucha gente, mas de lo que esperaba. Parecía que todo Miami se había congregado en el mismo lugar, esperando verla despegar. Terminó de ajustar los motores, comprobó el depósito y se puso el casco. George se acercó a ella y rodeó sus hombros con su brazo, y en ese segundo Fred sintió su estómago retorcerse, pero se contuvo y le dedicó una sonrisa a una fotógrafa que trabajaba con el hombre que le había robado el corazón a Amelia.
Después de una hora de presentaciones, finalmente subieron al avión y Amelia despegó con él justo detrás. Solo entonces Amelia volvió a sonreír como una niña. Le encantaba ver esa expresión de completa paz en su rostro, era algo hermoso.
-Parece que te sientes mejor.
-Un poco.
-Sé que las multitudes no te gustan.
-Bueno, todos los oficios tienen algo malo.
...
Laos era paradisíaco, y tras un mes de viaje empezaba a cansarse de estar metido tanto tiempo en un avión. Sabía que ella no se iba a rendir, pero una parte de él deseaba no volver. Le encantaba cuando se detenían, esa escasa hora en la que reajustaban el motor y llenaban el depósito. Podían hablar de algo más que aviación, podía verla sonreír mientras degustaban los platos locales.
-Estamos a punto de terminar.
-Ya lo sé Fred... -respondió ella con tristeza-. No quiero volver.
-Sé que te encanta volar, y podrás seguir haciéndolo.
-No hablo de eso, no quiero volver a Miami, me gusta estar contigo y si vuelvo tendré que volver con George.
-¿Es que no te trata bien? Porque sabes que lo mataría si llega a hacerte daño.
Fred estaba tratando de alejarse de ella a toda velocidad para protegerse a sí mismo, pero no soportaba la idea de que él le pusiese las manos encima, eso era superior a su autocontrol. Creía que solamente eso podía destruir las barreras que había construido para evitar sufrir, hasta que ella destruyó ese muro para siempre al darle un casto beso. ¿Estaba soñando?
-¿Y qué quieres hacer?
-No lo sé.
-Pensaré en algo, y tú decides si es o no una locura, si quieres intentarlo o no.
...
Encontrar Howland les fue imposible, así que aterrizaron en una isla cercana, esperando poder despegar de nuevo en cuanto el motor estuviese cargado. Finalmente a Fred no se le había ocurrido ni una sola idea, no sabía qué hacer para cumplir su ansiada fantasía... hasta que aterrizaron en aquella isla. Sacó el telescopio de su padre y miró a Amelia con una mirada preocupada.
-Esto no es Howland. Sé que teníamos que aterrizar... pero estamos en un lío.
-¿Por qué lo dices?
-Por lo que he visto desde el aire, este peñasco está deshabitado, y a juzgar por aquella extensión de tierra -dijo señalando al horizonte-, estamos bastante lejos de Howland.
-En otras palabras, estamos atrapados.
-Hasta que nos rescaten.
-O...
Si Fred hubiese estado soñando, no habría sido capaz de imaginar lo que ocurrió a continuación. Amelia agarró su mano y juntos se internaron en la isla.
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