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lunes, 13 de febrero de 2023

Brillo plateado

 Los funerales realmente no son lo mío. Lo único que puedes encontrarte en un funeral es a un muerto en un cajón, un montón de familiares trepadores y otro tanto de hipócritas. Quien piense lo contrario, se equivoca, pero no ir al funeral de mi novia... bueno, no creo que nadie quiera pasar por el escarnio que supone y por las dudas de las cotillas que siempre pensarán "¿la habrá matado él?" Por si te lo preguntas, no, no soy un asesino, nunca le habría hecho daño a Sandrine. 

Durante toda nuestra relación tuvimos que soportar críticas, burlas y comentarios de todo tipo, pero nada de eso me importaba porque, cada vez que la veía, que miraba sus ojos de topacio... el tiempo llegaba a detenerse y me sentía el hombre más dichoso del mundo. Pero todo eso terminó el día en que volvíamos a su casa tras una velada en la ópera. Era ya de noche, no debería haber nadie a esas horas, pero cuando alguien va a la ópera, entra por la tarde y sale muy tarde. 

En cualquier caso, estúpido de mí, olvidé mi paraguas en el teatro y tuve que volver a buscarlo, pues empezaba a lloviznar. Sandrine decidió aguardar a mi regreso bajo un alero y, confiado en que nada ocurriría, di media vuelta y caminé hacia el teatro. ¡Qué imbécil fui entonces! Cuando volví tres hombres la rodeaban y pude ver el brillo plateado de una navaja. Pensar que iban a hacerle daño fue superior a mi autocontrol, al que he sometido durante más tiempo del que puedo recordar. Corrí más rápido que nunca y los maté. Por desgracia para mí, y para ella, la habían apuñalado en el estómago, y yo sentí cómo mi mundo se rompía.

-Sandrine... 

Lloré, por primera vez en quién sabe cuánto tiempo lloré, y entonces supe que no podía dejar las cosas así. Le hice algo a ella que no creo que pueda perdonarme nunca y esa noche, cuando volví al cementerio después de su entierro, me senté al lado de su tumba. Has de comprender que yo la quería más que a nada en el mundo, así que no estaba preparado para perderla.

Estuve horas esperando en su cripta, vi el sol salir y ponerse de nuevo, y con la salida de la luna, por fin ocurrió lo que tanto estaba esperando. Sandrine, mi hermosa y dulce Sandrine, salió de su tumba con aspecto confuso y los ojos entrecerrados. Sabía cómo se sentía por que no lo había olvidado, lo confuso que era todo al principio, lo molesto que era el vuelo de una mosca o la luz de una farola, agarré sus manos con una sonrisa, y ella me miró con algo de duda.

-Ezio, ¿qué está ocurriendo?

-Nada que deba preocuparte ahora -la ayudé a levantarse-, vamos, te llevaré a casa.

-Recuerdo... -se quedó mirando al suelo por un momento-. Estoy muerta, ¿verdad, Ezio?

Quise decirle que no, pero no se lo iba a creer. Estábamos en un cementerio, ella llevaba un vestido blanco ligero como el aire, y recordaba a ese hombre con la navaja plateada. 

-Sé desde hace meses que me ocultas algo, no saldré de aquí hasta que no me cuentes la verdad.

Eso me ponía en un compromiso. Pocos seres como yo pueden soportar la luz del sol sin estallar en llamas y los recién nacidos no controlan su fuerza, así que seguramente me daría una paliza. 

-Soy griego, eso ya lo sabías, lo que ignoras, mi amor, es cuándo he nacido. Suspiró. Nefertiti todavía no había nacido cuando me dieron esta vida -ella retrocedió, asustada. Ya no podía escuchar su corazón, pero sabía cuándo tenía miedo por la expresión de su rostro-. Has de comprender, mi vida, que yo no quería esto para ti.

-Supongamos que me lo creo -asentí-. ¿Es por eso que estoy viva?

-He estado siglos solo, tanto tiempo que creí enloquecer, y entonces te conocí, y fue como ver un amanecer. Cuando vi a esos hombres y me di cuenta de que podía perderte para siempre en un segundo... no, no podía. Por eso decidí compartir esta maldición contigo, y puede que nunca me perdones, pero tampoco te lo pediré porque yo no me arrepiento.

Se quedó en silencio un momento, y después asintió con una encantadora sonrisa. Hemos estado recorriendo el mundo desde entonces, Sandrine sigue siendo mi hermosa criatura a la que entregarle la eternidad, y yo sonrío cada vez que me mira. Sé que lamenta haber sabido de la desaparición de toda su familia, que tal vez me odie por ello, pero también sé que tenemos la eternidad para construir un mundo perfecto.

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