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jueves, 2 de febrero de 2023

Bruja

 Las luces de color amarillo iluminaban la estructura de acero, el aire era cálido y agradable y la luna llena se alzaba en el cielo sobre su cabeza. Siempre le había gustado pasear por Minato cuando toda la ciudad se iluminaba, le parecía un espectáculo muy hermoso. Se había trasladado a Tokyo a los ocho años desde Francia, ya ni siquiera podía recordar Niza. En una ocasión sus padres habían estado a punto de volver a su tierra natal, pero se había opuesto con tal firmeza que, finalmente, logró permanecer en la ciudad que tanto le gustaba.

Sin embargo, pese a que esa noche era tranquila y la luna llena la acompañaba como un faro, no se sentía bien. Había algo que no encajaba, era como si tuviese un presentimiento extraño. Respiró profundamente, intentando calmar las aceleradas pulsaciones de su corazón, y entonces sintió algo que revolvió todo su mundo: sentía un profundo malestar en el estómago, como si tuviese una bola de plomo dentro. En el momento en que percibió ese pesar dentro de su cuerpo, alguien la agarró por los hombros y levantó la cabeza.

Era una chica pelirroja de unos veinte años, con el cabello cortado por el cuello, ojos rasgados de color negro y una nariz pequeña, con un vestido negro del que colgaban cientos de lazos y unas botas exageradamente grandes. No la conocía de nada, al menos no recordaba que la conociese, y aunque se equivocase, no le gustaba el contacto físico. ¿Quién era esa chica?

-Suéltame.

-Tranquila, puedo ayudarte.

No sabía a qué se refería y algo le decía que no hiciese preguntas. La chica pelirroja puso su mano en el estómago de Lorraine y el peso que sentía dentro se aligeró hasta desaparecer. De pronto su respiración se volvió más ligera, dejó de sentirse mareada y ese malestar que la había hecho casi desmayarse, se extinguió.

-¿Quién eres tú?

-Me llamo Mika, somos vecinas.

-Claro, la chica gótica de la puerta de la izquierda -ella asintió-. Gracias, ¿qué me has hecho?

-Solo te he vaciado -Lorraine levantó una ceja con evidente confusión-. Si quieres saber más, ven a verme cualquier día a cualquier hora.

-¿Es que no trabajas?

-Claro que sí, pero no es un trabajo como el tuyo.

Lorraine subió a su apartamento, sin poder evitar preguntarse a qué se refería esa mujer. Que ella supiese, solo había unos pocos trabajos que una mujer en Tokyo podía realizar sin salir de casa. Por lo que ella sabía Mika no estaba casada ni pensaba hacerlo en algún momento, así que no lograba comprender cómo subsistía en una ciudad tan grande como esa.

Después de una horrible noche de sueño, llamó a su jefe por la mañana, con la voz pastosa y los ojos hinchados. Tras explicarle que no se encontraba bien y que necesitaba dos días libres por asuntos femeninos, colgó el teléfono. No le gustaba mentir a su jefe y menos con algo tan embarazoso, pero no tenía elección. Sentía como si todo su cuerpo estuviese muy pesado. Se tumbó en la cama con los ojos cerrados, tratando de relajarse, y de nuevo volvió a sentir esa bola de plomo en el estómago.

-Mika...

Se levantó como pudo, se vistió con lo primero que encontró en su armario y llamó a su puerta. Los vecinos solían evitar a esa mujer, les parecía demasiado extraña, nunca parpadeaba ni tampoco se molestaba en ocultar que la gente no le importaba. Todo el mundo creía que pasaba algo muy raro con ella, y en cuanto su extraña vecina abrió la puerta, su boca se abrió también.

Dentro de su casa estaba todo totalmente a oscuras, no se sabía si era de día o de noche, había velas encendidas sobre una mesa que tenía un tapete violeta con letras doradas, un atrapasueños en la entrada, cientos de botellas de colores y un fuerte olor a incienso o a canela, no estaba segura. Mika cerró la puerta en cuanto ella hubo entrado.

-A ver si adivino, ha vuelto.

-¿Qué demonios está pasando?

-¿Quieres la explicación larga o la corta? -pero a Lorraine le daba igual perder tiempo-. Muy bien, eres una bruja.

-¿Que soy qué?

-Una bruja, como yo. Te he estado investigando, y todos nosotros, todas las personas que sienten como si tuviesen plomo en el estómago, todas tienen raíces en el mismo lugar del mundo: Nueva Orleans. Es el epicentro de la magia, todas las brujas del mundo tienen alguna relación con esa ciudad, y tu bisabuela era...

-Australiana -cortó Lorraine.

-Sí, lo sé, pero también era descendiente de una bruja celta que emigró a Nueva Orleans.

-¿Esperas que me crea eso?

-Bien, entonces dime, ¿nunca has pensado en algo hasta no poder sacártelo de la cabeza y que, sin ninguna explicación, terminase por suceder?

Estuvo a punto de darle una mala respuesta, pero ella había acertado. Le ocurría constantemente, con cosas como buscar papeles o elegir comida, con números... era como si toda esa información ocupase su cabeza desesperadamente. 

-¿Soy Harry Potter?

-Más o menos, pero tú no vas a volar en escoba ni tendrás una varita, y tampoco tienes que enfrentarte a Voldemort, pero lo de los conjuros y las pociones es verdad, y también puedes comunicarte con los muertos, predecir el futuro, alterarlo, maldecir gente o romper maldiciones.

-Ya...

-Anoche, cuando te encontré, sentías lo mismo que yo hace doce años. Cuanto más poder tiene una bruja más se acumula y más molesto se vuelve. Una bruja normal y corriente puede pasarse toda su vida sin sospecharlo siquiera, pero las brujas poderosas... bueno, es como si te hubieses tragado una bola de bolos.

-Entonces mi madre no tenía dispepsia -comprendió de golpe-. Vale, supongamos que te creo, ¿qué hago?

-Dejar tu trabajo, o podrías volverte peligrosa para todo el mundo. Tú eres un poco más poderosa que yo, y la última vez que intenté tener una vida normal, antes de aceptar quien era, pasó algo atroz. Era junio del 95, yo tenía doce años, y mi madre estaba de viaje de negocios en Sampoong, fui a comprar algo a unos grandes almacenes. Mi madre solía vaciarme por aquel entonces, pero como estaba ocupada no se lo recordé y mis poderes salieron de golpe después de acumularse durante tres días, y el edificio entero se derrumbó.

-Pero ese edificio estaba mal construido, tenía un montón de grietas y mucha gente aceptó sobornos para ahorrar costes. Todo el mundo lo sabe.

-Si tiras una canica a un vaso lleno de agua, el vaso se desborda. Puede que te parezca poco, pero yo tengo en mi conciencia la muerte de quinientas personas.

No sabía qué pensar. Podía optar por creerla, por asumir que, si no lograba controlar quién era, seguramente acabase matando a alguien, pero ¿una bruja? Eso era muy difícil de creer. Sin embargo no tenía mucho más que perder, tan solo tiempo.

-¿Y después?

-Yo te adiestraré tal y como lo hizo mi abuela conmigo, te enseñaré todo lo que debes saber, aprenderás todas las artes de la magia... pero solo si cumples con lo que yo te diga, lo que implica no rodearte de desconocidos hasta que te autorice a hacerlo.

Lorraine tragó saliva. Ella trabajaba como publicista en una empresa que le daba unas condiciones inmejorables, adoraba su trabajo y volvía a casa sonriendo... ¿y tenía que dejarlo?

...

Sopló la vela con un rictus armónico, pero su maestra le miró con el ceño fruncido. No comprendía qué había hecho mal.

-Jamás se sopla el fuego, es un insulto al elemento.

Jackson miró a Lorraine, estaba deseando irse pero no tenía elección. No sabía demasiado de esa mujer, solamente que había vivido durante años en Tokyo, hasta que su maestra la autorizó a irse y ella voló directamente a Nueva Orleans. Nunca había vuelto a ver a esa mujer, pero tampoco parecía ser importante para ella.

-Lo siento.

-Repítelo.

Con un pesado suspiro puso las manos entorno a la vela, cerró los ojos, y la mecha se encendió sola. Empezaba a odiar la magia.

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