Hace tres horas tenía un perro llamado Dolfo y un gato al que mi hermana pequeña puso el nombre absurdo de Mitones, ella me sonreía con su dulzura infantil, mi novia y yo vivíamos en nuestra casa a las afueras del pueblo y mi trabajo reconstruyendo y vendiendo casas iba sobre ruedas. Hace tres horas mi vida era perfecta, pero ahora lo he perdido todo. Deja que te cuente cómo perdí a Dolfo, a Mitones, mi novia, a mi hermana, mi casa y mi trabajo en tres horas.
Todo empezó esa misma mañana, cuando conocí a Peter Sandoval. Era un hombre apuesto y bien vestido, según mi hermana, con un traje echo a medida, gemelos de rubí y una corbata de color rojo oscuro, de sonrisa brillante y gafas de sol de marca.
Yo acababa de comprar una casa a las afueras de Madrid que había sido destruida por un incendio, pero con unos muros sólidos. Podría tomarme todo el tiempo que quisiera, tenía que reparar el cableado, las tuberías, pintar, cambiar los suelos y amueblar, pero la parte más emocionante de comprar una casa en ruinas es ver cómo poco a poco va cobrando vida.
Necesitaba a un electricista y a un fontanero para empezar, y cuando me encontraba haciendo llamadas en una cafetería, apareció Peter. Estaba justo detrás de mí en la cola, y yo no me di cuenta de su presencia en ese momento, o habría salido corriendo tan solo por el hecho de saber que me estaba espiando.
-Sí, lo necesito cuanto antes -la camarera me miró-. Un segundo Fran -y levanté la mirada hacia la hermosa joven-. Un capuccino con doble de cacao, caramelo y vainilla.
La pelirroja asintió y empezó a preparar mi bebida mientras yo hablaba con Fran, que estaba metido en el negocio de la reconstrucción de viviendas. Estábamos desesperados buscando un maldito fontanero. Ya habíamos encontrado al electricista, pero el fontanero con el que contábamos consideró que el trabajo era muy difícil, y decidió dejarlo pasar para no pillarse los dedos con un mal trabajo.
Recogí mi café y me dirigí a la salida, mientras Peter abandonaba la cola y me seguía. Me abrió la puerta con su sonrisa encantadora y le dediqué un agradecimiento, como habría hecho con cualquiera. Craso error. No seas amable jamás con un estafador.
-Disculpa que me entrometa donde no me llaman, pero tengo entendido que estás buscando un fontanero para un proyecto bastante grande.
Era mi rayo de esperanza. Si no lograba encontrar un fontanero en las próximas 36 horas, la obra se retrasaría al menos 4 meses. No podía permitírmelo, no podía estar tanto tiempo pendiente de una casa, sería una razón para la quiebra y eso era algo que destrozaría mis sueños para siempre.
-Conozco a uno, pero no es barato.
-¿Cuánto?
-80 por metro.
Eso era mucho más de lo que solía pagar por un trabajo así, pero estaba desesperado. Si hubiese sabido lo que pasaría después, jamás habría aceptado.
El "fontanero" resultó ser un chapuzas que no sabía ni cambiar un grifo. Destrozó por completo lo poco que podía salvarse, haciéndome perder mucho dinero. Ese mismo día mi novia, Alma, tuvo un accidente mientras paseaba a Dolfo. Mi perro murió atropellado y mi novia fue trasladada al hospital, algo que yo ignoraba entonces. El caso es que estaba discutiendo con el "fontanero" por la tremenda chapuza que había hecho, y el muy imbécil tiró algo por la ventana, que se estrelló encima del parabrisas de la ambulancia que llevaba a mi novia.
A pesar de que llamaron a un helicóptero para que terminase el trayecto, mi novia nunca llegó viva al hospital. Se me rompió el corazón y la mente en cuanto me llamaron para informarme de su muerte y de lo ocurrido con la ambulancia. Por desgracia mi casa, la casa en la que vivía con mi hermana, mi novia y nuestras dos mascotas, está a nombre de la madre de mi novia, que me echó a la calle en cuanto supo lo que había ocurrido con su hija.
Intenté volver a la oficina y explicarle a mi jefe lo que había ocurrido, pero él no quiso escucharme. Bajo su punto de vista me había cargado una de las mayores operaciones de reconstrucción de los últimos diez años, y eso no tenía perdón. Me despidió sin siquiera escucharme.
Y, por si eso no bastase, cuando llegué a casa los servicios sociales se estaban llevando a mi hermana. Intenté explicarles que estaba trabajando, pero ellos la habían encontrado buscando al maldito gato, y como no supo decirles dónde estaba yo porque ella solo tiene ocho años, dieron por sentado que la había abandonado.
Y así es cómo el hecho de conocer a alguien en una cafetería destruyó todo lo que tenía. Si hubiese ignorado a ese estafador y hubiese buscado otro fontanero, mi novia estaría en el hospital, yo no habría perdido mi trabajo y podría defender que mi hermana solo estaba buscando a Mitones.
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