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viernes, 17 de febrero de 2023

Disfraz

 Siempre me ha gustado Carnaval, adoraba disfrazarme porque por un momento, por un solo día, podía sacar de dentro de mí todo lo que era y disfrutar como una niña pequeña. Solía elegir disfraces oscuros, casi terroríficos, pero al mismo tiempo muy interesantes. El último año que me disfracé elegí un vestido negro con corset y un sombrero puntiagudo. Sí, elegí ser una bruja. Las brujas tienen algo místico e interesante, un atractivo que pocas cosas en el mundo tienen.

La gente nunca ha comprendido la verdadera magia del disfraz, lo divertido que puede ser aventurarse dentro de uno mismo y expresar quién eres realmente a través de cosas que nunca vas a ser. Hay gente que se disfraza de muñeca, otros prefieren un dinosaurio... en cualquier caso, ocultar tu aspecto a ojos de todo el mundo te muestra tal y como eres.

Aquel año mi hermana Carolina y yo salimos de casa para ir a una fiesta. Carol siempre ha sido divertida y popular, una chica que todo el mundo envidiaba. Yo no lo hacía, vivir con ella le quitaba toda la magia a su popularidad. Sabía que, por superficial y típico que fuese su modo de actuar, Carol era como todo el mundo, buscando su pequeño hueco en el que sentirse cómoda. Esa era una ventaja que yo tenía porque, por increíble que pueda parecer, yo ya había encontrado mi lugar.

-No entiendo por qué no te pusiste tu uniforme, te habría salido más barato.

-Porque hace frío y porque eso no es un disfraz.

Carol no comprendía por qué me gustaba tanto Carnaval, ella elegía siempre un disfraz de animal, y en esta ocasión iba de tigresa. Podía comprenderlo, pero su hermana no tenía la personalidad de un tigre, más bien era una chica normal y corriente intentando sobrevivir en un mundo extraño.

En cualquier caso, fuimos a una fiesta en una discoteca. Odio esos lugares con toda mi alma, si la música que ponen fuese la mitad de buena de lo que realmente creen que es, me pasaría la vida ahí simplemente escuchando. En cuanto el gorila -que iba disfrazado como tal- nos abrió la puerta, entramos a aquel lugar.

La música -o lo que estuviese puesto- estaba muy alta, tanto que me hacía doler los oídos, y la gente no ayudaba en nada. Pero eso no fue lo que me inquietó, lo que me hizo desear salir corriendo, sino una sensación rara, como si hiciese muchísimo frío y estuviese a punto de ocurrir algo realmente malo. Sentí un escalofrío y miré a todas partes, intentando averiguar qué era lo que me había molestado, lo que me tenía inquieta, pero no encontré nada.

La noche empezó a pasar entre risas y alcohol, todo el mundo estaba bebiendo. Después de una hora mi hermana llevaba su segunda copa, mientras yo seguía con mi cerveza ya templada y prácticamente entera.

-¿Te pasa algo Ava?

-No es nada.

Me arrepiento de haberle dicho eso, me arrepiento de haberle mentido, algo iba muy mal. Pero yo no podía hacer nada, por mucho que intentaba averiguar qué ocurría, no había nada que pudiese imaginarme y tampoco sabía cómo interpretar todo lo que estaba sintiendo y explicárselo a alguien. Intenté sacar a mi hermana varias veces de la discoteca, pero no me escuchaba, se estaba divirtiendo y metiéndole la lengua en la boca a un chico que acababa de conocer. Sabía que no llegaría a nada, que ni siquiera le prestaría atención después de salir de aquel local abarrotado, pero tampoco intentaba meterme, pese a que Carol sabía que eso no me gustaba.

Cuando ya habían pasado casi cuatro horas desde que nos habíamos metido allí dentro, alguien gritó de tal modo que su voz se escuchó por encima de la música y el DJ paró de inmediato. Las luces se encendieron, y lo que vimos quienes estábamos cerca fue suficiente para aterrorizar a todo el que miraba hasta tal punto que nadie, ni una sola persona, se atrevía a moverse. Gran error porque entonces todo se convirtió en un baño de sangre, como en Carrie.

No sabría decir cuánto tiempo duró aquella carnicería, pero para cuando todo se paró estaba en mitad de la pista de baile y bañada en sangre, como si hubiese participado en algún tipo de ritual de alguna secta. Pero no estaba sola, había alguien más ahí. Levanté la mirada y volví a sentir el mismo frío, la misma sensación de terror y unas tremendas ganas de salir corriendo, pero tenía tanto miedo que estaba paralizada.

El monstruo emitió un gruñido y yo intenté retroceder, pero había tanta sangre que resbalé y me caí. Me incorporé como pude y cometí el terrible error de levantar la cabeza. Nunca podré olvidar ese momento, esa mirada de ojos blancos, una boca sin dientes y esas manos huesudas y llenas de... ¿ojos? Siendo Carnaval no me extrañaba que al gorila le hubiese parecido un disfraz... pero no lo era en absoluto, esos ojos se movían.

-¡Aléjate de mí! -retrocedí apoyándome en el suelo con las manos desnudas-. ¡No te acerques!

Y entonces esa cosa sonrió, lo supe porque su cara se deformó y sus labios se curvaron hacia las protuberancias que tenía por orejas. Creí que iba a matarme, pero en lugar de eso me dejó sola en mitad de aquella carnicería. ¿Cómo iba a explicar todo eso? Seguramente me culparían a mí.

Me levanté como pude y salí corriendo. Por suerte para mí, vivo al lado del mar, así que me fui a la playa y me metí en el agua para sacarme de encima toda esa sangre. Si la policía encontraba huellas, pensarían que era alguna de las víctimas intentando huir. No podía volver a casa y, aunque pudiese, no sabría como explicarles a mis padres qué había ocurrido con Carolina, así que cogí su coche, y me alejé hacia la frontera. No tengo carnet y no me importa no tenerlo, pero sé conducir, ella me enseñó. 

Si ese monstruo había decidido dejarme con vida, significaba que quería torturarme asesinando a todo aquel que me conociese, así que tenía que irme a un lugar donde pudiese estar totalmente sola, y para eso necesitaría ser otra persona. Ese pensamiento hizo que algo cambiase, miré mis manos con verdadero terror. Mis manos se estaban llenando de ojos y empezaban a ponerse pálidas, pero no frené por eso, sino porque esa cosa estaba en mitad de la carretera y mi instinto me gritó: "frena".

Salí del coche, no sé por qué pero lo hice, y me acerqué a esa bestia a grandes pasos. Estaba dispuesta a matarle de ser necesario, pero no me di cuenta de una cosa muy sencilla: estaba cambiando. Cuando llegué junto a él, me di cuenta de que esos gruñidos en realidad eran palabras, y podía entenderle perfectamente.

-Te he echado de menos, hermanita. Vamos de caza.

Sí, tenía muchísima hambre, pero quería volver a casa también. Por esa razón me agaché en la carretera, paré un coche con mi mano desnuda y saqué de dentro a un aterrorizado hombre de cuarenta años que solamente se dio cuenta de nuestra presencia cuando chocó con mi mano.

-Nos lo llevaremos para el camino.

Mi hermano pulsó un botón que sacó de yo que sé dónde y, como de la nada, apareció una nave en forma de seta. Entramos, arrastrando a nuestra comida al interior, y la nave se alejó del planeta. Se suponía que íbamos a evaluar la cosecha, esa era nuestra misión, y me había quedado atrapada ahí tres años, por eso me había adaptado y había construido unos recuerdos falsos, para pasar inadvertida... pero fueron tan convincentes que me olvidé de que simplemente era una granjera vigilando nuestra comida.

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