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lunes, 6 de febrero de 2023

El error que solo puedes cometer una vez

 El fin de semana es una época extraña. La mayor parte de los días suelo jugar al World of Warcraft. Mis padres creen que abuso, yo estoy convencida de que abusar sería meterme en un sótano y no volver a salir jamás, aunque ganas no me faltan. No es que me guste vivir encerrada, pero tampoco tengo ninguna razón para salir.

La mayor parte de la gente disfruta de salir a la calle y verse iluminada por los rayos del sol. Algunos incluso abren los brazos, cierran los ojos y sonríen como niños. Yo lo hacía cuando era pequeña, pero eso solo duraba un par de segundos antes de que mi piel se pusiese roja y empezase a picarme. Resulta que soy alérgica al sol. Por eso yo no tengo ninguna razón real para salir de casa, ¿cómo voy a tenerla? Soy como un vampiro. Los hijos del vecino me llaman "la chica Drácula", pero eso no me molesta.

Hace como dos meses me enteré de ese apodo y, en lugar de cabrearme e ir a la casa del vecino a dejar claras cosas que es mejor que permanezcan a oscuras, compré una capa y un medallón de un sol con un rubí falso, y polvos de talco. La noche en la que lo recibí todo me puse un vestido rojo de mi madre, la capa, dos uñas de plástico a modo de dientes, el colgante y me maquillé de blanco con los polvos de talco y con pintalabios rojo. Mi madre alucinó en cuanto me vio salir así para dar mi paseo nocturno, pero yo simplemente sonreí, fui hasta la casa de mi vecino y me quedé quieta delante de su porche, mientras cenaba con sus hijos y, por lo que parecía, algún otro familiar.

Cuando volví a casa mi madre me miró con una ceja levantada. Estaba al teléfono mientras el vecino le decía que debería encerrarme en un loquero por pararme delante de casa de la gente como si estuviese chalada, yo empecé a reírme y, cuando ella colgó el teléfono, le expliqué por qué me había disfrazado. Te juro que jamás he visto a mi madre reír tanto, creí que se ahogaría.

Así que, a pesar de que no salgo de casa porque no puedo, tengo una vida muy divertida. Me gusta mucho el cine, pero sobre todo hago cualquier cosa por ayudar a mi madre, como ese día por la mañana en el que mi madre se fue a comprar.

-Alice -me dijo al despertar-, pon el lavavajillas.

Me levanté de la cama, me apliqué un protector solar que debo llevar cada día y fui a la cocina. Las ventanas de mi casa tienen filtros de protección UV y una pantalla tintada, y aun así no puedo permanecer demasiado tiempo cerca de la ventana. Suelo darme bastante prisa cuando tengo que hacer algo cerca de una ventana, así que fui al armario de limpieza, debajo del fregadero, a buscar el jabón para lavavajillas, y me quedé flipando. No había. Para asegurarme busqué en todos los armarios que encontré, pero las pastillas que mi madre compra no aparecían por ninguna parte.

Tenía que pensar rápido, no podía ir a comprar porque sabía que me pondría roja como una gamba y luego tendría que ducharme en agua helada, lo cual no es muy agradable. Recorrí la cocina con mis ojos y, sobre el fregadero, vi el bote de jabón verde que usa mi madre cuando tiene poco que fregar. Eché un poco en el cajetín del lavavajillas, cerré la puerta y apreté el botón.

Pensé que todo iba bien, pero a la media hora, cuando fui a buscar galletas para desayunar, me encontré con una fiesta de espuma saliendo del lavavajillas. Me quedé mirando esa blanca densidad durante un rato, sin saber qué clase de monstruo podría haber provocado semejante desastre, y entonces miré directamente al jabón verde. El programa de lavado ni había terminado y había tal cantidad de espuma que casi parecía que iba a llenar la cocina.

En ese preciso momento las llaves de casa sonaron en la puerta, y a juzgar por el cascabel, esa era mi madre. ¿Cómo iba a explicarle semejante desastre? Sin poder evitarlo, como si fuese un choque de trenes, mi madre entró por la puerta y se quedó mirando la cocina, con la mano todavía en las llaves y la entrada abierta, igual que su boca.

-Alice... ¿qué demonios?

-Me has dicho que ponga en lavavajillas y como no había jabón, use ese -señaló el bote de jabón verde.

-Ya... lo siento cielo, me acordé en el supermercado. Iba a llamarte pero en esa zona no había cobertura.

Y entonces se echó a reír, y yo no pude evitar hacer lo mismo. Tardamos horas en sacar toda la espuma, el suelo, que ya está seco, todavía resbala por culpa del jabón. Tuvimos que vaciar el lavavajillas dos veces, y nos reímos muchísimo. Cuando se lo contamos a mi padre esa noche, estuvo a punto de atragantarse con la cerveza. 

-Por lo visto habéis tenido un día divertido. Por cierto Alice -dijo mirándome-, el vecino me ha llamado a la hora de comer.

-Pero si no he vuelto a salir disfrazada de vampiro.

-Ya, pero sus hijos te han puesto otro apodo, ahora te llaman reina de las nieves.

-Imagino que por paliducha -sonreí-. Mamá, voy a necesitar un vestido blanco y pintalabios azul.

La primera vez que me pusieron un apodo, imagino que fue por ser rara, pero ahora creo que es más diversión que otra cosa. Después de que me llamasen "chica Drácula" y disfrazarme por ello, creo que se lo han tomado como un juego. Bueno, tal vez solo pueda salir a caminar de noche, pero eso no significa que no pueda divertirme.

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