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martes, 7 de febrero de 2023

Noelia

 Nunca se había dejado intimidar por los hombres, había crecido en una familia con cuatro hermanos y un padre manipulador, sabía lo crueles que podían llegar a ser. En el instituto era una mujer extraña que no solía conversar con nadie ni tenía amigas simplemente porque no quería. Noelia se centró en aprender, en crecer como persona y en controlar su vida. Así había llegado a dirigir una de las empresas de importaciones más grandes del mundo, sin contar con ayuda de nadie. 

Su hermano mayor, Esteban, la había abandonado en el momento en que ella le había dejado muy claro a su tercera novia en un año que dejase de intentar llevarse bien con ella, que no le gustaba y que iba a durar tan poco como las otras. Carla se lo había tomado como una amenaza, discutió con Esteban de tal modo que incluso Noelia llegó a pensar que los vecinos llamarían a la policía. Al día siguiente él entró a su dormitorio, le gritó durante diez minutos y dejó de hablarle para siempre, y como él, igualmente actuaron todos sus hermanos e incluso su padre. Noelia no necesitaba que nadie pelease por ella, sabía defenderse sola.

Por eso no le intimidaba Patrick, un CEO de una empresa de Estados Unidos que pretendía absorber la suya y privarla de su negocio. El hombre gordo, calvo y con papada enorme entró a su despacho, sin preguntar se sirvió una copa de su mejor brandy y se sentó en una silla. Noelia estaba segura de que hubiese ocupado su asiento si ella no estuviese sentada en él en ese momento.

-Largo.

-Vengo a hacerle una última oferta, señorita Rodríguez.

-Le he dicho seis veces que no me interesa, mi secretaria se lo ha enviado por e-mail unas diez y yo misma he firmado tres cartas con la misma respuesta. ¿Qué tengo que hacer para que lo entienda? ¿Poner una pancarta en un avión? -preguntó levantando una ceja.

Patrick Smith se puso rojo como un pimiento. Esa mujer empezaba a sacarle de sus casillas. Él siempre había conseguido lo que quería, empezando por una pequeña empresa de mensajería hasta llegar a una de las mayores empresas de importaciones de Estados Unidos. No se dejaría intimidar por una mujer.

-Le repito que le ofrezco unas condiciones inmejorables.

-No ha entendido nada. Yo no quiero vender mi empresa, eso me dejaría a mí sin mi puesto de directora y eso no lo voy a consentir. ¿Qué haría yo con mi tiempo?

-Salir con sus amigas a cotillear o lo que sea que hagan las mujeres.

En esta ocasión fue Noelia quien se enfadó. ¿Cómo se atrevía ese hombre a tratarla como una más? No se lo iba a permitir. Había abandonado todo lo que una vez había querido por tener la vida con la que soñaba y no dejaría que ese estadounidense misógino se la quitase.

-Yo no tengo amigos.

-No me sorprende -murmuró, pero ella siguió hablando.

-¿Por qué iba a tenerlos? ¿Para ver cómo se transforman en seres insignificantes como usted? -Patrick se atragantó con sus palabras-. Esto es lo que va a ocurrir, señor Smith. O deja de molestarme y se larga de mi despacho para siempre, o seré yo quien compre su empresa, ¿he sido clara?

Patrick se levantó y se marchó enfadado y dando un portazo, pero no iba a dejar las cosas como estaban, no señor. De un modo u otro, conseguiría la empresa de esa muchacha.

...

Observó el libro de cuentas con aspecto derrotado. Números rojos, había llegado a estar en números rojos. La mayor parte de sus contratos de exportación se habían echado a perder por factores externos. Uno de sus barcos naufragó en una tormenta, un cargamento en avión se perdió y jamás apareció... cientos y cientos de pérdidas, demandas que se acumulaban, problemas en las aduanas... estaba en bancarrota.

Levantó la mirada en su asiento de piel, sintiéndose muy pequeño por primera vez en su vida. Noelia le observó con una ceja levantada y una copa de un brandy exquisito en la mano. Patrick había perdido más de sesenta kilos en los últimos cuatro años a causa de los problemas de su empresa, y por eso ella había ido a verle a San Francisco con una carpeta.

Patrick miró la carpeta casi con odio, como si todo por lo que había trabajado muriese con esa empresa. Sin saberlo él, Noelia había ido comprando todas sus acciones y depreciando la empresa, provocando las demandas, los problemas en aduanas y que todos sus clientes acabasen por abandonarle en favor de la empresa de esa mujer española, y lo acababa de descubrir con esa carpeta. Noelia le había llevado una última oferta, que no llegaba ni a la mitad de lo que él había invertido en montar su empresa.

-¿Este era tu plan desde el principio?

-Te dije que me dejases en paz. Los hombres y su manía de pensar que las mujeres somos estúpidas.

-No me extraña que no tengas amigos.

-Ya te lo dije una vez, Patrick, no me interesa ver cómo las personas que me importan se transforman en seres insignificantes.

-Eres malvada.

-¿Yo? Solo te he pagado con la misma moneda que tú, con la diferencia de que, en mi caso, ha funcionado. ¿O creías que nunca iba a averiguar que pagaste a esos hombres para sabotear los motores de mis barcos?

-¿Y por qué no me demandaste?

-Porque no habría tenido sentido. En el momento en que me atacaste, ganarte ya no importaba, solo hacerte daño, y ver cómo todo tu imperio se hundía igual que se hundieron doce de mis barcos... bueno, eso no tenía precio.

Con una rabia que no pudo disimular, Patrick dibujó su firma en el papel. Había estado a punto de perforar las hojas, pero eso no importaba. Acababa de perder todo cuanto tenía por una cantidad que no le alcanzaría ni para cubrir las deudas que se había formulado.

-Y ahora, solo para que veas que no soy tan "malvada" como te has empeñado en creer, voy a ofrecerte una cosa: un contrato.

-¿Sobre qué?

-Bueno, tú conoces mejor que yo el mercado de Estados Unidos, así que esta es mi oferta. Pagaré todas tus deudas, incluido las que te has creado jugando al póker con esos matones de Las Vegas, más doscientos mil al año, por dirigir la división de mi empresa en Estados Unidos.

-¿Cómo te atreves? -espetó con rabia.

-Piénsalo Patrick, que yo sepa la gente no suele tomarse bien que le debas dinero, y menos esos lunáticos con los que jugabas.

Estuvo a punto de rechazarlo, de darle con su oferta en las narices y largarse, pero entonces pensó en su esposa y en su hija de dieciséis años. Ninguna de las dos sabía que estaba metido en semejante lío, ni sobre sus deudas de juego ni que había sacado dinero de su empresa para poder seguir apostando. Tal vez lo que le hiciesen a él no le importaba, pero lo que ocurriese con ellas sí. Eso era algo que Noelia ya sabía, y por eso vio como bajaba la cabeza y se arrugaba como una pasa, igual que un perro que sabía que se había portado mal, y aceptó con un mudo asentimiento.


Gracias a mylamylaaa de tiktok por inspirarme esta historia

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