CAPÍTULO 1.
Ana siempre había creído que no había mejor modo de educar a un niño que a través de la literatura, la música y el amor. Por eso, el día en que Tatiana cumplió los catorce años, le regaló uno de sus libros favoritos. Ella se quedó mirando el libro durante un momento, con sus ojos verdes pegados a la portada de color azul y blanco que tenía un dragón dibujado. Otro libro de aventuras. Desde que era pequeña su madre le había regalado libros y más libros de aventuras, y empezaba a odiarlos.
-Feliz cumpleaños, cielo.
Levantó los ojos hacia su madre, intentando parecer agradecida. No quería que se sintiese triste, sabía que, para ella, regalarle un libro a alguien era lo más especial que uno podía hacer. Así era como se habían conocido sus padres. Él era profesor de folclore anglosajón en la universidad de Oxford, en la que estudiaba su madre gracias a una beca, pero no era su profesor. Sin embargo se encontraban en la biblioteca, desconociendo el uno el rol del otro, y se enamoraron a través de la literatura. Cuando finalmente ella se graduó, decidieron casarse. Hubo rumores de que había aprobado por las influencias de Peter, un joven de ascendencia inglesa que tocaba la flauta y le gustaban los libros de aventuras.
-¿Te gusta?
-Mucho, gracias mamá.
Tatiana miró a su tía, una mujer rubia que parecía demasiado pequeña, delgada y perdida. Era dulce, encantadora y siempre sonreía, y su risa era tan clara como el canto de una campanilla. Ella observó el libro con una sonrisa y luego a ella. Melody tenía la increíble habilidad de leer su mente, pero no dijo absolutamente nada.
-¿Cortamos ya la tarta?
La voz de su padre le hizo levantar la cabeza. Toda su familia tenía cosas raras y especiales, pero su padre seguramente se llevaba la palma. Solía preocuparse más por los niños que por los adultos, el dinero no le importaba en absoluto, le gustaban los cuentos de hadas, los parques de atracciones y los castillos hinchables, pero sobre todo adoraba los dulces. Tatiana no pudo evitar sonreír porque daba igual de qué fuese la tarta, le gustaban todas.
Ana cortó el trozo de pastel y la crema de trufa asomó por el trozo que le entregó a Tatiana. Nunca soplaba velas, lo consideraba absurdo, así que en su casa nunca se compraban velas de cumpleaños, lo que alejaba considerablemente a sus amigos, que la consideraban rara, quizá por gustarle un cantante de Kazajstan que se llamaba Dimash, o puede que por adorar la literatura clásica, tal vez por todo al mismo tiempo. En cualquier caso su familia era considerada la más extraña de todo Segovia.
Tatiana pinchó un trozo de tarta y se lo llevó a la boca. Estaba deliciosa, como todas las tartas que hacía Melody. Tenía verdadera magia para hacer dulces, y eso a Peter le encantaba. Esa era la razón por la que tenían una pastelería y por la que en su casa siempre había galletas y su tía tenía el pelo lleno de harina.
...
Cuando finalmente volvió a su cuarto dejó el libro sobre la cama con un pésimo humor. Por mucho que le gustase leer, habría valorado más que le regalase un libro de verdad, de los que tenían más de 500 páginas y uno podía bucear por los rincones de su imaginación. Ese libro era tan delgado que podía agarrarlo entre sus dedos y casi se tocaban. Sin embargo tampoco podía ignorarlo, si su madre le preguntaba algo tan sencillo como "¿qué tal el libro?" no tendría respuesta que darle.
Con un pesado suspiro abrió el libro y se encontró con algo que no se esperaba: daba igual qué página mirase, todas estaban en blanco.
-¿Qué demonios? Esto tiene que ser un error de edición.
Intentó buscar el título en la portada, pero se encontró con que no tenía. Observó el libro por todas partes, intentando buscar algo que lo identificase para poder encontrar otra edición, pero a parte de la portada... Fue a mirarla otra vez, y se quedó sin habla: la portada había desaparecido.
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