CAPÍTULO 2.
Observó la portada en blanco sin poder creerse lo que estaba viendo, parpadeando con los ojos abiertos cual dos platos, sin atreverse siquiera a respirar. De haber sido uno de los libros de aventuras que tanto le gustaban a su madre, hubiese dicho que algún hada le estaba gastando una broma, claro que no estaba en un libro de aventuras, así que eso debía tener una explicación real... aunque no se le ocurriese nada.
Se levantó de la cama, con la cabeza hecha un lío. Claramente no podía olvidarlo, ahora ya no se trataba solamente de que su madre le preguntase por el contenido del libro, sino que nunca podría sacarse de la cabeza que la portada del dragón hubiese desaparecido ante sus ojos. Necesitaba encontrar una explicación, así que abrió su portátil para buscar en internet, pero nada de lo que encontró fue suficiente para satisfacer su curiosidad.
Tras tres horas indagando en la red en busca de una respuesta, se rindió. Miró el reloj de su ordenador y le sorprendió ver que eran las 23.25. Su madre tendría que haberla llamado para ayudarla a cocinar o, al menos, cenar. Salió de su dormitorio, las luces del pasillo estaban apagadas.
-¿Papá? -no hubo respuesta-. Mamá, ¿dónde estáis? -de nuevo silencio-. Tía Mel...
Buscase por donde buscase, la única respuesta que encontraba era vacío y silencio, igual que al intentar encontrar respuesta al misterio del libro. Sus padres y su tía se habían ido, pero más aterrador todavía fue descubrir, al mirar por la ventana de la cocina, que no había una sola persona en la calle, las luces de sus vecinos estaban todas apagadas y las farolas de la calle no se habían encendido.
Volvió a su dormitorio, el único lugar con luz en, lo que parecía ser, todo el vecindario. Entonces empezó a pensar en cosas todavía más absurdas. Quizá no se tratase solamente de su calle o el pequeño pueblo en el que vivía, tal vez afectase a muchas más personas. Temblando, tapada con su manta de ositos hasta las orejas y con el libro en blanco sobre sus piernas, encendió el televisor. Niebla. Sin importar qué canal intentase sintonizar, la única cosa que podía encontrar eran esos puntos blancos y negros desordenados en la pantalla y un molesto zumbido.
Apagó la tele en completo silencio, tratando de encontrar una emoción que pudiese expresar pero, al igual que en el resto del país, quizá en el resto del planeta, no había nada. Miró el libro con una expresión entre el miedo y la resignación. Todo eso había empezado al recibir ese libro e intentar leerlo, así que la respuesta tenía que estar en el libro. El problema era que, en el libro, no había nada... al menos nada que pudiese ver.
-Harry Potter, eres un genio.
Saltó de la cama y fue a buscar un lápiz en su maletín de dibujo. No tenía la esperanza de que funcionase igual que el diario de Tom Riddle, pero tenía que intentarlo. Escribió "hola, ¿hay alguien ahí?" pero nada ocurrió, el trazo se quedó dibujado en el papel, no desapareció y tampoco apareció nada nuevo.
-Harry, tú serás un genio, pero está claro que yo no. Esto no es Hogwarts, es el mundo real, y en el mundo real los libros no hablan -suspiró pesadamente-. Ojalá hubiese algún modo de resolver esto.
Y, por primera vez en todo el día, hubo un cambio. Como si fuese magia el libro empezó a girar, al principio lentamente, y después de una vuelta y media empezó a acelerarse cada vez más y más, girando a más velocidad, hasta que su habitación se transformó en el ojo de un huracán. Intentó agarrarse a los muebles, pero sin importar con qué fuerza o desesperación lo intentase, sin importar que sus dedos se pusiesen blancos y gritase con los ojos llenos de lágrimas, poco a poco el huracán empezó a arrastrarla. Cuando quiso darse cuenta atravesaba las páginas del libro, que se cerró sobre su cama como si nada hubiese ocurrido.
Cuando Melody entró en su dormitorio, algo preocupada por los gritos, descubrió que allí no había nadie, y que la portada del libro mostraba a una asustada chiquilla de enmarañado cabello castaño huyendo de una sombra negra.
-¿Ana? -ella apareció en la habitación y miró a su cuñada-. ¿Tenías que regalarle uno de los libros portal?
-¿Qué? Por lo que Peter me contó, os llevasteis de aventuras a una chica mucho más joven que ella y a sus hermanos, y salisteis vivos.
-De milagro. ¿Qué clase de madre hace esas cosas?
-Una que confía en las capacidades de su hija. Ella es lista, sabrá resolverlo, y volver con una historia que contar, como Peter y tú.
La pequeña Melody puso los ojos en blanco, con un suspiro de hartazgo. Ana tenía un modo de ver el mundo que no terminaba de encajar con el resto de la humanidad, aunque Peter y ella no fuesen los más indicados para hablar.
-Espero que tengas razón, o tendremos que ir a buscarla y ella lo descubrirá todo.
-¿Y qué tendría eso de malo?
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