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jueves, 2 de marzo de 2023

Fiesta nocturna

 No sabía por qué estaba allí, en aquel lugar, con la música a todo volumen de un DJ patoso que parecía odiar la música que a ella le encantaba. De algún modo incomprensible se había dejado convencer por su mejor amigo para ir a aquella discoteca que acababan de inaugurar. Empezó a arrepentirse en el momento en que aceptó, pero le había dado argumentos tan sólidos como "no dejaré que te aburras el día de tu cumpleaños". Claro que ella y Gabriel tenían diferentes puntos de vista de lo que era divertirse.

A Nerea le gustaba ver películas, leer y jugar a dragones y mazmorras, incluso tenía un tatuaje de un dragón aferrado a un dado de rol en el hombro, mientras que Gabriel adoraba salir de fiesta, beber alcohol, ir a la playa o la música irritante que estaban pinchando.

-Quiero largarme Gab.

-Nerea, dentro de ti hay una chica alucinante que se muere por divertirse, tienes que dejarla salir de vez en cuando.

Suspiró pesadamente, poniendo los ojos en blanco. Esa clase de argumentos eran los que hacían que sintiese ganas de salir corriendo en dirección opuesta, pero no podía decirle que no a Gabriel, por alguna misteriosa razón siempre acababa convenciéndole de hacer las cosas más absurdas que se le podrían ocurrir a ella. ¿Por qué no podía encontrar divertido ir a un museo o a una obra de teatro?

-Recuerda nuestro trato, mañana iremos a ver Tartufo.

En esta ocasión le tocó a Gabriel exasperarse. ¿Cómo podía ser divertido ir al teatro? No era que no quisiese cumplir su deseo de cumpleaños, simplemente no le gustaba el teatro. Sin embargo, había accedido a meterse en aquella discoteca abarrotada de gente con vidas disolutas y alocadas, así que no podía negarse.

La noche pasó lentamente, aburrida y soporífera para ella, pero a toda velocidad para Gabriel, que se divertía como nunca. Se dijo a sí misma que, algún día, le haría pagar esas cuatro horas de aburrimiento, ruido inoportuno y dolor de cabeza. Cuando al fin salió de aquel tugurio, el aire fresco disipó el calor que se le había quedado pegado, el silencio reemplazó el atronador ruido, y sonrió con una expresión de calma total.

-Sabía que te divertirías.

-No has entendido nada Gab, no me divierto, me duelen los oídos, simplemente ahora disfruto del silencio. 

Sonrió con una expresión divertida. Nerea nunca admitiría que no había pasado una mala noche, Gabriel nunca le diría que, en el fondo, ese ambiente le resultaba pesado. Le pasó una mano por los hombros y caminaron juntos hasta la casa de Gabriel, que la había invitado a dormir.

Atravesaron la verja, treparon al roble del jardín y entraron por la habitación de él. Se suponía que nunca habían salido de ese dormitorio. Habían puesto una película en Netflix antes de salir de aquella habitación. Lo divertido no había sido la noche, la música o el alcohol, sino haber escapado de la vigilancia de dos estrictos adultos gracias a Netflix.

...

A la mañana siguiente, Paula esperaba a los dos somnolientos adolescentes. No era tonta, ella tenía el mismo truco con un VHS, pero nunca le diría a su marido que esos dos pequeños golfillos se habían escapado de casa, seguramente gracias a la insistencia de su hijo, para irse a una discoteca.

-Buenos días.

Nerea fue la primera en entrar, con un pijama de la princesa Leia y una expresión de estar todavía cayendo por la madriguera del conejo. Sin duda necesitaba al menos tres horas más de sueño, pero no se quejó.

-¿Gofres?

-Sí, gracias señora García.

-Te he dicho cien veces que me llames Paula o Pauli, eso de señora me añade veinte años.

Su hijo no tardó en bajar, con una cara todavía más dormida que la de Nerea.

-Hola mamá.

-Buenos días cielo, ¿gofres?

-Claro.

Ninguno de los dos quería desayunar nada, Gabriel tenía el estómago revuelto y Nerea nunca comía demasiado, pero era imposible decir que no a los gofres de Paula, estaban deliciosos, así que se tragaron las ganas de irse a dormir al menos cinco horas y se quedaron a desayunar unos gofres con chocolate y nata que los llenaron de energía.

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