CAPÍTULO 6
La jungla era densa, más de lo que habría imaginado mientras caía hacia aquel mundo. James tenía razón, era casi imposible cruzarla y aún más difícil encontrar algo en medio de aquel torbellino de plantas y árboles, y no sabía ni por dónde empezar a buscar.
Apartó el catalejo de su cara y suspiró pesadamente. Según Smee el libro podía estar en tres lugares bastante apartados. Podía encontrarse en una cueva bajo las cataratas de cristal, pero había que cruzar el lago de las sirenas y no eran amigables con los piratas; también podía estar en el fondo del mar, literalmente, y el cocodrilo que acechaba el barco y a James no los dejaría pasar; y la última posibilidad era la jungla, teniendo que enfrentarse a Tigrilla y su tribu.
-Cualquier camino que tomemos representa peligro.
-Mi padre suele decir que el peligro es parte de la vida -respondió Tatiana.
James arrugó el entrecejo con cierta molestia. No le caía bien Peter, nunca lo había hecho. Marcharse de aquel mundo fue lo mejor que podría haberle pasado. Sin embargo seguía recibiendo ataques de los niños perdidos, de la tribu de Tigrilla, de las hadas, de las sirenas... básicamente de todo bicho viviente de la isla, y a veces de la propia isla.
-¿He dicho algo malo?
-No es nada, olvídalo. Iremos primero a ver a las sirenas.
No había olvidado la brújula. James quería volver a casa y ella también, pero primero necesitaban la brújula, y, de paso, podrían buscar en la cueva de las cataratas de cristal.
Lo que en un principio parecía una misión sencilla, terminó con ella sola en un bote. Nadie de la tripulación quería aventurarse en el lago de las sirenas, y le dieron advertencias como para llenar un libro. Cosas como "no dejes que nada te atraiga" o "no respondas". No sabía a qué podría referirse, pero centró la quilla del bote en dirección a la catarata y empezó a remar, alejándose del barco.
Lo primero que escuchó, claro como el cielo lleno de estrellas que se alzaba sobre su cabeza, fue una voz grave y nítida. Era Victor, el chico del que llevaba años enamorada. Claro que él no sabía ni que ella existía, nunca la miraba, no hablaba con ella y ni siquiera sabía su nombre, y, sin embargo, la estaba llamando.
Estuvo a punto de ir, hasta que recordó una advertencia que James le hizo con tal seriedad que creyó sinceramente que se volvería loco si no accedía: "no escuches". No sabía a qué se refería hasta que oyó la voz de Víctor, y supo que tenía que ignorarla costase lo que costase. Se pasó casi media hora ignorando voces de familiares, amigos, e incluso cantantes famosos que ya habían muerto hacía mucho tiempo, hasta que finalmente llegó a un lago en calma.
"Habla solo con la sirena plateada, solamente con ella" repitió el eco de la voz de Smee en su cabeza.
-Busco a Velana.
Hubo una agitación bajo el agua, por un momento parecía que iba a desencadenarse un torbellino que la arrastraría al fondo del mar, pero entonces un rostro hermoso como las estrellas apareció ante ella, con el cabello de color plata y ojos plateados también.
-Yo soy Velana, ¿qué necesitas de la hija del mar?
-Una brújula que no señala a ninguna parte.
-¿Quieres la brújula de los deseos? ¿Para qué?
"No le des ninguna explicación, pero tampoco le mientas" recordó las palabras de James Garfio.
-Estoy buscando algo.
-¿Y qué es lo que buscas?
-Te lo he dicho, la brújula que no señala a ninguna parte.
-Misteriosa pero inteligente. ¿Qué ofreces?
Sabía que no se conformaría con cualquier cosa, quería algo único y especial, algo que nadie más en todos los mundos tuviese. Se dio la vuelta y rebuscó entre todos los extraños tesoros que James le había prestado, hasta dar con una pulsera de zafiros que le ofreció sin dudar, pero la sirena no se inmutó.
-Ya tengo joyas y tesoros, no necesito más. ¿Qué ofreces?
Eso descartaba la mitad de las cosas que llevaba. Con un suspiro volvió a dejar la pulsera junto con los demás trastos, que observó con tristeza. ¿Libros? ¿Para qué iba a querer un libro una sirena? ¿Un peine de plata? Le respondería lo mismo. No tenía idea de qué podía ofrecerle, hasta que sus ojos cayeron en una caja de música. Era el pirata maldecido. No podía entregarle eso, pero... ¿y si era lo único que la sirena aceptaría?
-Música -respondió al fin.
-Acepto tu regalo.
Las sirenas empezaron a arremolinarse entorno a Velana mientras Tatiana le entregaba la caja de música. La sirena plateada sacó una mano enjoyada del agua y abrió la tapa, y la melodía comenzó a llenar el lago mientras el pirata panzudo daba vueltas sobre un pie.
-Ha sido una melodía hermosa -le devolvió la caja-. Gracias por tu regalo, espera aquí y te traeré la brújula.
No esperaba poder recuperar la caja, pero le alivió saber que no había entregado una vida para salvarse ella, y la sirena no tardó en volver con una brújula sin norte ni sur.
-Piensa en aquello que quieras o necesites, y la brújula te mostrará el camino.
En cuanto a su mente acudió "el libro del infinito", la aguja empezó a dar vueltas sobre sí misma, buscando el camino, y señaló hacia ella, quien miró a su espalda. El libro no parecía estar en la cascada de cristal, así que tendría que volver al barco.
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